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Vittorio Márquez Calderón.
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‘Cuentos que deja el fútbol’, de Vittorio Márquez y sus vivencias en este deporte

Ni periodista, ni escritor, en el encierro de la pandemia se le dio por recordar y escribir, aseguró.

Cuando apenas asomaba a la adolescencia y en la memoria le hervían sueños sobre lo que iba a ser su futuro en la vida, Vittorio Márquez eligió una meta: convertirse en futbolista profesional, reconocido y aplaudido en las canchas en las que exhibiera su juego.

Aquella ilusión la apoyaba en una prodigiosa condición técnica de la que solo están dotados los cracs de ese deporte, y que le reconocían leyendas de la época como Roberto ‘Flaco’ Meléndez, Antonio Julio De la Hoz, Marco Coll, Antonio Rada, el brasilero Othon Dacunha, quienes lo tuvieron bajo su dirección.

Esas virtudes futbolísticas lo llevaron a vestir los colores de la Selección Atlántico en 1970 y 1971, nada menos que como el ‘10’ del equipo, posición reservada a figuras de la talla de Jairo Arboleda, Alfredo Arango, Alejandro Brand, para mencionar algunas figuras del momento, aún recordadas.

Con ese alto nivel futbolístico estuvo a punto de ser vinculado a clubes del rentado nacional como Atlético Bucaramanga, Deportivo Pereira, Cúcuta Deportivo y Millonarios, pero sus estudios y el arraigo familiar se interpusieron.

Eran otros tiempos, en los que dejar la casa, papá y mamá, costaba mucho anímicamente.

Sin embargo, en 1972 llegó a acariciar ese ideal futbolero en su propia tierra, al ser llamado a la plantilla del Junior de Barranquilla, el equipo del terruño, del que era y sigue siendo hincha; y al que no se llegaba con facilidad. Sueño cumplido.

En el Junior de ese momento jugaban las estrellas brasileñas Víctor Ephanor, Leonardo Augusto Caldeira, ‘Chiquinho’, y lo dirigía otro brasilero, Marinho Rodríguez de Oliveira. Una constelación que constituía el ‘boom’ del torneo colombiano.

Y justo en ese momento en el que cimentaba la vistosidad de su fútbol en el team Tiburón, y empezaba a ser reconocido en las canchas del país; sufrió una enorme decepción con la dirigencia del club rojiblanco.

Lo desatendieron en una lesión que sufrió en el Romelio Martínez en un encuentro contra Atlético Quindío.

Fue una tarde en la que anotó un gol de golpe de cabeza, y en medio de la jugada recibió una patada en pleno rostro: fractura en el pómulo izquierdo y afectaciones en la vista, dijo el parte médico.

Se trató una lesión dolorosa y grave. En el club no le pararon bolas a mi estado y eso me desilusionó. En mi familia se disgustaron por ese mal trato y me pidieron que me retirara del equipo”.

Recuperado de la lesión que superó por cuenta de su familia, y en la cual el médico de la Clínica del Caribe, Basilio Henríquez, le implantó una platina en el rostro, regresó a los entrenamientos con Junior. Corría el año 1973.

Para esa temporada arribó al equipo de Barranquilla el técnico argentino Pancho Villegas, que trajo del Cúcuta Deportivo, equipo que acababa de dirigir, a 10 jugadores de refuerzo.

“A mi regreso a entrenamientos me desplazaron a primera categoría, con la llegada de tanto jugador. Sentí una frustración enorme, y recordé el tratamiento que me acababan de dar con lo de la lesión, a pesar de que al final, a regañadientes, me reconocieron $13 mil por la cirugía. Todo esto se juntó y me atreví a decirle adiós al equipo; más no al fútbol”.

Vittorio agrega que entonces se dedicó a actividades comerciales y a jugar en las canchas de los barrios, pasión que aún conserva a sus 70 años.

Precisamente en ese derroche futbolero en las canchas abiertas de los barrios, municipios del Atlántico y clubes privados de la ciudad, donde lo invitan a mostrar los destellos de su clase, Vittorio afirma que ha logrado granjear una enorme cantidad de amistades, de las que dice sentirse orgulloso.

“Eso es lo que le agradezco al fútbol, que me ha dejado grandes amigos que he sabido conservar a través de los años”, dice con entusiasmo.

Fue así como muchas de esas vivencias de hermandad futbolera, más otras experiencias personales de su vida, le dieron un día cualquiera por comenzar a recopilarlas y publicarlas en su perfil de Facebook.

Ese curioso despertar por la escritura, vocación tardía que llaman algunos, le surgió en 2020 en su apartamento del barrio Miramar, donde pasaba momentos lánguidos durante el encierro por el Covid-19, sin alcanzar a contagiarse.

“Comencé a montar sin ninguna pretensión las notas en Face, y notaba que gustaban mucho, recibía comentarios de todas partes, algunos despertaban risas y la gente me alentaba a seguir escribiendo”, rememora.

Durante esos días Vittorio disponía apenas del bloc de su celular para plasmar sus historias, no contaba con un computador.

Por la universalidad de las redes sociales las historias cruzaron las fronteras y llegaron a conocerlas en México y Argentina.

“Un día menos pensado una señora mexicana me escribió: ‘Interesante y jocoso lo que escribe, pero tiene errores gramaticales’, me dijo. No me amilané y me vinculé a grupos de ortografía y de escritura, en los que encontré personas que me ayudaron mucho a perfeccionar ciertas técnicas de escritura”, manifiesta sin desconocer el apoyo final para ultimar los textos que le dieron en Barranquilla docentes amigos.

Con la emoción viva por las viejas amistades que lo alentaban a seguir recordando y escribiendo, más los comentarios de estímulo que recibía en su perfil social de gente que apenas llegaba a conocer; se atrevió a dar otro gran paso: recopilar las historias que escribió en Facebook durante el encierro por la pandemia, e imprimirlas en un libro que financió con sus escuálidos recursos.

Así surgió la primera edición de “Cuentos que deja el fútbol”, un ejemplar de 203 páginas que ahora comercializa en toda la ciudad, incluso en la plataforma Amazon.

Vittorio Márquez Calderón, su nombre completo, aclara que no es escritor ni mucho menos periodista, y tampoco quiere darse esas ínfulas.

“No alcancé a ser futbolista profesional como hubiera querido, pero sin ser escritor o periodista he llegado a mis 70 años a escribir un libro sobre fútbol, el deporte que viví y sigo viviendo con pasión. No son cuentos, no es una novela, son mis historias en este deporte y las que he sostenido en la vida como un tipo común y corriente, experiencias simples que deseo lean mis amigos”, concluye entre risas como si se tratase de la travesura de adolescente setentón.

El gusanillo de la escritura parece que ha contagiado a Vittorio, que se atreve a anunciar la aparición de tres nuevos libros de su autoría: Pescando en el área, Viaje inesperado y Vittorio, el salvador de la 91.

 

 

 

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